En febrero de 2013 me compré una mountain bike de las buenecitas y un par de meses después ya la había desmontado, metido en una caja y embarcado en avión camino de Kenia.
Fue un viaje express, recuerdo que, poco antes de Semana Santa, calculamos cuánto dinero teníamos y buscamos en internet a qué destinos podíamos ir con ese dinero y salió Kenia.
Así que en un par de semanas comenzamos a investigar cómo llevar la bici, donde quedarnos en Nairobi (pues tenía que ser un sitio donde nos guardaran las cajas de las bicis mientras que estuviéramos de ruta) y, lo más importante, informarnos de cuáles era las rutas seguras y los Parques Nacionales que podíamos visitar en bicicleta.
Por lo pronto, con Brussels Airlines no nos pusieron ninguna pega y tampoco pagamos suplemento por facturar las bicis. Dentro de la caja de las bicicletas (que conseguimos preguntando en Decathlon) metimos también toda nuestra poca ropa y material básico de acampada. Con nosotros únicamente llevábamos nuestra mochila de mano con los documentos personales, cámaras de fotos y móviles.
DÍA 1
Recuerdo que el vuelo hacía escala en Bruselas, donde cambiamos de avión, y luego hizo escala técnica en Kampala (Uganda), creo recordar, pero era de noche y no vimos nada de nada por las ventanas. Una vez ya en Nairobi, nos cogimos un taxi hasta nuestro hotel. Recuerdo que nos acostamos a las tantas, ya que tuvimos que montar las bicicletas y preparar las alforjas para salir ya al día siguiente.
Os dejo un mapa con diferentes alojamientos en Nairobi para que podáis echar un vistazo y reservar el que mejor os venga:
Booking.comDÍA 2
Dado que habíamos leído que había ciertas zonas de Nairobi que no eran del todo seguras y, aparte, el tráfico era una locura, decidimos negociar en el hotel que nos sacaran en coche de Nairobi hasta el pueblo de Naivasha, puerta de entrada al lago del mismo nombre y al parque Hell’s Gate Park.
Comenzamos a pedalear bordeando el lago Naivasha en busca de algún camping donde plantar el huevo esa noche, pues únicamente habíamos reservado el alojamiento de Nairobi, el resto íbamos a la aventura. Encontramos un camping muy bonito a orillas del lago y decidimos montar nuestra tienda allí. Una vez montada la tienda ya nos liberamos de las alforjas y todo el peso y salimos a dar una vuelta pedaleando por los alrededores. Cual fue nuestra sorpresa cuando empezamos a ver como empezaban a cruzarse por la carretera jirafas, búfalos, gacelas, cebras…¡y eso que todavía no habíamos visitado el parque de Hell’s Gate!
Esa noche la verdad es que no pegamos ojo porque había tantos sonidos de animales que no habíamos escuchado en la vida que era difícil coger el sueño sin pensar que algún bicho embestiría la tienda (jaja). Lo más impactante fue el sonido que hacen los hipopótamos machos cuando se pelean…¡reconozco que pasé un poco de miedo!
DÍA 3
Al día siguiente nos despertamos con un sonido muy raro, era de algún animal que estaba muy cerca de la tienda. Abrimos la cremallera desde dentro con cuidado y cual es nuestra sorpresa cuando vimos a escasos 2 metros de nuestra tienda un pelícano con un cargador de móvil en la boca, sólo se veía ya un trozo de cable colgando. Menos mal que al salir lo asustamos y escupió el cargador…¡porque si se lo llega a tragar el pobre…! Pensaría que era una culebrilla. Y nosotros, ¿cómo íbamos a pensar que iba a pasar algo por dejar el cargador fuera? Ingénuos de nosotros.
Pues la aventura no había hecho más que empezar, pues esa misma mañana, echamos a suertes quién iría a comprar pan a unas tiendecillas que había cerca del camping. Me tocó ir a mí. La verdad que fue toda una experiencia entrar en esa tiendecilla abarrotada de gente a comprar un paquete de pan de molde que me costó 0,30 céntimos de euro y todo el mundo me miraba como si fuera rica. Fue cuando entendí que para ellos era un producto de lujo y pensé la suerte que tenemos aquí de poder tener acceso toda la comida que a veces no valoramos.
Total, que llegué al camping, dejo el pan encima de la mesa y, de repente, escuchamos un sonido (o mejor dicho unos gritos), nos volvemos y era un mono con el culo azul que se había llevado nuestra bolsa de pan y, encima de todo, el hijo de su madre, se quedó a comérselo en la rama de un árbol encima de nosotros…a cara perro, como se suele decir. Y entonces entendí, por qué el hombre viene del mono.
Pero, aquí no termina la historia, fuimos a por otra bolsa de pan y al llegar la metimos en la tienda y cerramos con cremallera. Cual es nuestra sorpresa cuando escuchamos trasteo dentro de la tienda, vamos corriendo, vemos la puerta abierta y el mono dentro, con nuestro pan (¡otra vez!). Fíjate que, como no tenía escapatoria, rajó la tienda por debajo y se escapó. Menos mal que teníamos cinta americana y pudimos reparar la tienda de aquella manera. Y, claro, se lo comió, como no, descaradamente delante de nosotros en la rama del mismo árbol, otra vez.
Total, que ya se nos quitaron las ganas de desayunar tostadas y nos olvidamos del pan (aunque no de mono del culo azul, de ese nos vamos a acordar toda la vida).
Ese día fuimos en bici a Hell’s Gate Park, pues nos dijeron que era el único parque cercano a Nairobi que permitían visitar en bicicleta. En el resto estaba prohibido porque había depredadores, cosa que no había en éste. Llegamos a la puerta del parque y compramos la entrada, creo recordar que nos costó unos 20 dólares por persona.
Nos pasamos el día pedaleando por el parque y viendo animales de todo tipo: jirafas, cebras, monos, antílopes, búfalos…¡Impresionante! Fíjate las vueltas que dimos que nos perdimos, creo que nos salimos sin darnos cuenta del parque porque nos cruzamos con un montón de obreros trabajando en la construcción de una carretera. Les preguntamos, como pudimos, cómo se llegaba al pueblo y, sin preocuparnos mucho, tiramos p’alante.
Y tuvimos suerte porque, sin haberlo planeado, llegamos a unos cañones super chulos que visitamos. Finalmente, no sé cómo nos las apañamos, que volvimos sin problema al camping. La gente era muy amable y te intentaba ayudar como fuera con indicaciones.
DÍA 4
En al camping preguntamos cómo estaba la ruta desde allí hasta Nakuru y nos desaconsejaron ir en bici debido al tráfico y las formas poco ortodoxas de conducir que allí tienen. Así que negociamos que nos subieran en matatu hasta cerca de la entrada de Lake Nakuru National Park, donde llegamos listos para acampar, pues habíamos leído que había un campamento dentro.
Pagamos la entrada (unos 40 dólares en la época) y no recuerdo si nos cobraron algo por las bicis, pero por la noche en el campamento pagamos 25 dólares por persona y nos hicieron saber que no podíamos usar las bicicletas para recorrer el parque, que si queríamos visitarlo teníamos que contratar un safari…que fue lo que hicimos porque no nos quedaba otra si queríamos visitarlo. El safari fue fácil de contratar pues tienen muchos conductores allí con los que puedes negociar. Y fue una pasada, vimos rinocerontes blancos y leonas, entre otros muchos. El león macho, con su cabellera, se nos resistía. No fue hasta la visita al Masai mara que lo pudimos ver.
Esa noche fue también movidita. Para empezar, aquello no era un camping tal y como lo conocemos. Por campamento se referían literalmente a un trozo de parque sin vallar ni nada donde había unas letrinas y una super jaula gigante, que luego nos explicaron que era para dejar la comida y que no la robaran los monos (¡qué me vas a contar a mí!) cuando estabas de safari. Pues bueno, nos acojonamos tanto sabiendo que había depredadores, que montamos la tienda de campaña dentro de la jaula y nos metimos a dormir allí con las bicis y todo…¡Incluso nos encerramos desde dentro con los candados de las bicis! ¿hombre qué te crees? jaja
El susto más grando nos lo llevamos antes de acostarnos cuando estábamos cenando fuera, al pie de una hoguera que habíamos hecho. De repente, empezamos a escuchar ruidos en la maleza que había alrededor y al enfocar con los frontales vimos que había multitud de ojos (bastante separados, lo cual te daba la idea de que era una cabeza grande, y por ende, un bicharraco de animal). Nos encerramos en la jaula y esperamos a que se apagara el fuego y fue entonces cuando vimos una super manada de búfalos cruzar por nuestro lado. Impresionante…
DÍA 5
A la mañana siguiente cuando fuimos a tomar café a un barecito cercano nos dijeron que seguramente nos cruzamos en su camino habitual hacia algún sitio y hasta que no nos fuimos y se apagó el fuego no pasaron. Eso sí, nos dijeron que habíamos tenido suerte porque había una leona que se iba por la noche cerca del campamento con sus cachorros (Aaaaarrrrgggg menos mal que nos lo dijeron a toro pasado, o mejor dicho, a búfalo pasado).
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nos quedaban pocos días en Kenia y que pedaleando no íbamos a llegar muy lejos, así que decidimos cambiar de planes y hablamos con el amigo de un chico que estaba en la cafetería y que tenía, por lo visto, una agencia de viajes para que nos metiera en un grupo que iba en matatu al Masai Mara. Lo que nos terminó de convencer fue que se comprometían a guardarnos las bicis a medio camino (en casa de otro amigo…madre mía, madre míaaaa…ahora pienso la suerte que tuvimos de dar con buena gente y no con los desvalijadores jaja).
Después de mucho negociar y racanear el precio, nos llevaron a un hostal cercano (oye, pero con piscina y todo) donde pasamos el día descansando hasta que nos recogieran al día siguiente. la verdad que aprovechamos para darnos una ducha en condiciones y dormir en una cama de verdad, con su colchón y todo y sin sonidos raros de animales acechándonos.
DÍA 6-7
Nos llevaron directamente a ahacer un safari y luego a un hotelito muy majo a pasar la noche.
Al día siguiente, visitamos un poblado Masai, entramos en sus casa, vimos cómo bailaban y cantaban y nos explicaron su día a día. La verdad que impresiona ver como tanta gente vive con animales dentro de esas casa tan pequeñas sin ventanas (por el tema de los mosquitos nos explicaron) y hacen incluso hogueras dentro….¡otro mundo, pero no veas lo felices que parecían todos!
DÍA 8
Y a la vuelta a Nairobi en nuetro hotel, antes de desmontar las bicis, fuimos a visitar el Giraffe Centre, donde acogían jirafas. Fue una pasada dar de comer y acariciar jirafas. Y esa noche, como colofón final, fuimos al Restaurante Carnivore, donde lo típico es un bufé de carnes de diversos animales. A mí la que más me llamó la atención, no por lo rica que estaba, sino por su textura fibrosa, fue la carne de cocodrilo. Algo curioso de probar, pero totalmente desorbitados los precios.
Y colorín colorado este viajito se ha acabado…¡vaya aventurilla!
Aquí os dejo un vídeo que ilustra y pone imágenes a todo lo que os he contado. Sin duda, ver el video sin haber leído esta historia no es lo mismo, ¿a que no?